Trastorno de alimentación
Hace unos meses, llegó a nuestra consulta un paciente con un mar de dudas frente a sus sensaciones.
En seguida lo vimos, presentaba los típicos síntomas de trastorno de la alimentación.
Al principio, le costaba entender lo que intentábamos transmitir.
Es lógico que, al enfrentarse a estas circunstancias, resulte difícil comprender que es lo que te esta pasando.
Pero en Core, abordamos la situación de una manera muy particular y personalizada.
En seguida lo vimos, presentaba los típicos síntomas de trastorno de la alimentación.
Al principio, le costaba entender lo que intentábamos transmitir.
Es lógico que, al enfrentarse a estas circunstancias, resulte difícil comprender que es lo que te esta pasando.
Pero en Core, abordamos la situación de una manera muy particular y personalizada.
Verás,
Le pedimos que se imaginara una historia.
Se encontraba en un viaje idílico por el corazón de la Antártida con su familia y amigos.
De repente, el cielo se oscureció y una ventisca intensa comenzó a soplar, perdiendo toda visibilidad y separándole de sus seres queridos.
A lo lejos visualizaba una silueta, se trataba de un iglú. Este iglú era un refugio reconfortante, protegiéndole del viento helado y los peligros externos.
Sin embargo, en un intento por aumentar su seguridad, empezó a sellar la entrada con bloques de hielo y nieve. Cada bloque simboliza una estrategia que él creía que le protegía: una comida que omitía, una rutina de ejercicio excesiva… Al poco tiempo, la puerta quedó completamente tapada.
El iglú, que había sido un santuario, se convirtió en una celda de aislamiento, y el frío se hizo insoportable.
La tormenta había cesado y, fuera del iglú, sus seres queridos no cesaban en su esfuerzo por sacarle de ahí. Eran como el sol que brilla infatigablemente, derritiendo el hielo gradualmente con el calor de su amor y preocupación.
Aunque él no podía verlos, ellos estaban allí, ofreciendo su calor para crear una abertura en el hielo, un camino de regreso a la conexión y al calor humano.
Aceptar que esos bloques de hielo que has puesto no representan tu seguridad, sino tu prisión, este es, el primer paso.
Dejar que el calor de tus amigos y familiares derrita las paredes que has erigido es el siguiente paso.
Aunque al principio puede ser aterrador exponerse al mundo exterior, solo así se puede realmente salir del aislamiento y experimentar el verdadero calor de la vida nuevamente.
Le pedimos que se imaginara una historia.
Se encontraba en un viaje idílico por el corazón de la Antártida con su familia y amigos.
De repente, el cielo se oscureció y una ventisca intensa comenzó a soplar, perdiendo toda visibilidad y separándole de sus seres queridos.
A lo lejos visualizaba una silueta, se trataba de un iglú. Este iglú era un refugio reconfortante, protegiéndole del viento helado y los peligros externos.
Sin embargo, en un intento por aumentar su seguridad, empezó a sellar la entrada con bloques de hielo y nieve. Cada bloque simboliza una estrategia que él creía que le protegía: una comida que omitía, una rutina de ejercicio excesiva… Al poco tiempo, la puerta quedó completamente tapada.
El iglú, que había sido un santuario, se convirtió en una celda de aislamiento, y el frío se hizo insoportable.
La tormenta había cesado y, fuera del iglú, sus seres queridos no cesaban en su esfuerzo por sacarle de ahí. Eran como el sol que brilla infatigablemente, derritiendo el hielo gradualmente con el calor de su amor y preocupación.
Aunque él no podía verlos, ellos estaban allí, ofreciendo su calor para crear una abertura en el hielo, un camino de regreso a la conexión y al calor humano.
Aceptar que esos bloques de hielo que has puesto no representan tu seguridad, sino tu prisión, este es, el primer paso.
Dejar que el calor de tus amigos y familiares derrita las paredes que has erigido es el siguiente paso.
Aunque al principio puede ser aterrador exponerse al mundo exterior, solo así se puede realmente salir del aislamiento y experimentar el verdadero calor de la vida nuevamente.
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