La violencia de género es un problema social de alcance global que ha acompañado a la humanidad desde la antigüedad. Estudios sociológicos y antropológicos evidencian el papel de sumisión asignado históricamente a la mujer en distintas culturas, religiones y mitologías.

A día de hoy, en muchas sociedades todavía persisten estructuras que colocan al hombre en una posición de poder sobre la mujer. Ese machismo sigue manifestándose y perpetuándose a través de falsas creencias que minimizan el daño, culpabilizan a las víctimas o justifican las conductas del agresor.

En este artículo te vamos a hablar de los mitos de la violencia de género y cómo actúan como barreras invisibles para su detección, el acompañamiento psicológico y la intervención judicial.

Comprender y desmontar estas ideas arraigadas, pero erróneas, no ayudarán a avanzar hacia relaciones más igualitarias y una sociedad más consciente.

 

Las 8 creencias erróneas sobre la violencia machista

Entendemos los mitos sobre la violencia de género como construcciones sociales que dificultan que las víctimas identifiquen lo que están viviendo, además de reforzar prejuicios, generar culpabilidad y perpetuar el silencio.

A continuación, analizamos las 8 principales falsas creencias sobre la violencia machista y por qué es fundamental desmontarlas.

 

1. “Los celos son una muestra de amor”

Este mito romántico sigue arraigado en la cultura, especialmente entre adolescentes y jóvenes, y normaliza el control o la posesividad como signos de afecto.

La realidad es que el amor sano se basa en el respeto, la autonomía y la confianza. Los celos y las conductas de control no son expresiones de amor, sino indicadores tempranos de abuso emocional.

Justificar comportamientos invasivos como prueba de cariño desdibuja los límites del maltrato psicológico y retrasa la identificación del abuso.

 

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2. “Solo hay violencia física y si no hay heridas no es maltrato”

Este es uno de los mitos sobre la violencia de género más peligrosos, ya que invisibiliza otras formas de abuso que no dejan marcas visibles, pero sí profundas cicatrices psicológicas.

La violencia puede manifestarse de múltiples maneras:

  • Psicológica: humillaciones, chantaje emocional, manipulación o insultos.
  • Económica: control del dinero o de los recursos.
  • Sexual: coerción o relaciones no consentidas.
  • Simbólica: mensajes o actitudes que perpetúan la subordinación femenina.

Negar estas violencias retrasa la búsqueda de ayuda profesional y la recuperación emocional de la víctima. De hecho, muchos de los tipos de violencia generan consecuencias como estrés postraumático o ansiedad crónica, aunque no dejen marcas físicas.

 

3. “Si se queda, será porque no es para tanto”

Permanecer en una relación abusiva no implica consentimiento. Existen múltiples factores que dificultan la salida:

  • Miedo real a represalias o amenazas
  • Aislamiento social o dependencia económica
  • Ciclos de violencia con fases de “luna de miel”
  • Culpabilidad, confusión o baja autoestima
  • Presión familiar, cultural o religiosa
  • Presencia de hijos/as

Esta creencia culpabiliza a la víctima en lugar de cuestionar la dinámica coercitiva que sufre. La persona que lo sufre elige permanecer está sometida a un entorno de control, miedo y manipulación emocional.

Salir de una relación violenta requiere tiempo, apoyo psicológico y un proceso de empoderamiento profundo.

 

4. “Los maltratadores tienen problemas mentales o adicciones”

Aunque algunos agresores pueden presentar trastornos o adicciones, la mayoría no tienen diagnóstico clínico. La violencia de género no es una enfermedad individual, sino un fenómeno estructural que se sostiene en:

  • Desigualdad de poder
  • Creencias machistas o patriarcales.
  • Normalización del control y la dominación

Reducir el maltrato a un problema de salud mental exonera al agresor de responsabilidad y desvía el foco del verdadero origen: la desigualdad.

La violencia machista es un comportamiento aprendido y sostenido por una estructura cultural que legitima el abuso, no una consecuencia inevitable de la enfermedad.

 

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5. “Las denuncias falsas son muy comunes”

Interponer una denuncia por violencia de género implica un alto coste emocional, social y económico para la víctima. En muchos casos, ni siquiera se denuncia por miedo, por desconfianza institucional o por dependencia. El miedo a no ser creída es real, y este mito lo alimenta.

Las denuncias falsas son un porcentaje residual según fuentes oficiales. El Consejo General del Poder Judicial estima que en los últimos años no superan el 0,01 % del total de casos.

La instrumentalización de este mito sobre la violencia de género daña gravemente la credibilidad de las víctimas, genera desconfianza en el sistema y puede frenar el proceso de denuncia que inicia el camino hacia la restauración de la seguridad y el bienestar emocional. Por ello, es necesario no trivializar ni amplificar este discurso que revictimiza a las mujeres y refuerza la impunidad del agresor.

 

6. “Si no denuncia es que no pasó nada (o no fue tan grave)”

La denuncia es solo una vía (y no siempre la primera) para enfrentar la violencia. Muchas mujeres no denuncian por miedo a represalias, normalización del maltrato, dependencia emocional o desconfianza en el sistema judicial.

También influye el temor a perder la custodia de los hijos o a sufrir represalias del agresor.
Romper el silencio requiere tiempo, comprensión y herramientas de afrontamiento emocional.

Muchas mujeres necesitan primero entender lo vivido, reconstruir su autoestima y sentirse seguras antes de poder denunciar. Por tanto, la ausencia de denuncia no significa que no haya existido violencia. Juzgar desde fuera solo agrava el aislamiento de la víctima y retrasa su proceso de recuperación.

 

7. “La ley solo protege a las mujeres y discrimina a los hombres”

La Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género es un referente en Europa. Fue creada para proteger a las mujeres en relaciones afectivas heterosexuales, ámbito donde se concentra el mayor número de casos y las formas más letales de violencia.

Esto no implica que los hombres no puedan ser víctimas en otros contextos (como violencia intrafamiliar o agresiones en otros vínculos), sino que la Ley reconoce una asimetría estructural: la violencia ejercida contra las mujeres por el hecho de serlo.

Por tanto, el objetivo es reparar un desequilibrio histórico de poder que ha provocado graves consecuencias para las víctimas.

La existencia de otras formas de violencia no debería usarse para banalizar ni cuestionar esta realidad. El reconocimiento legal de la violencia machista permite desarrollar políticas de prevención, acompañamiento y protección adaptadas a su complejidad.

8. “La violencia solo ocurre en personas con poca formación o recursos”

Este mito de la violencia de género asocia el maltrato a entornos desfavorecidos o poco educados, cuando en realidad, este tipo de violencia atraviesa todas las clases sociales y niveles educativos.

En contextos vulnerables puede haber una violencia más visible o física; en clases medias y altas, puede manifestarse de forma más simbólica o psicológica, mediante manipulación emocional o control sutil.

El mantenimiento de este mito provoca que muchas víctimas no se reconozcan como tales debido a su estatus socioeconómico o al prestigio social de su pareja. Sin embargo, la violencia machista no discrimina por nivel ni condición.

No existe un perfil único de víctima ni de agresor, sino patrones de desigualdad y dinámicas relacionales que perpetúan el abuso y el silencio.

 

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Cómo combatir los mitos de la violencia de género de forma profesional

El mantenimiento de estos mitos sobre la violencia de género contribuye a revictimizar, invisibilizar y justificar el maltrato, dificultando que las víctimas accedan a la ayuda profesional necesaria.

Como sociedad, debemos fomentar la educación afectiva, la sensibilización y la formación desde edades tempranas, así como promover un discurso público basado en la evidencia y la empatía.

Como psicólogos expertos en violencia de género, en CORE trabajamos desde un enfoque integral que combina atención psicológica, empoderamiento y acompañamiento especializado.

Nuestro equipo multidisciplinar ayuda a las víctimas a de la siguiente forma:

  • Reconstruir su autoestima y sus límites emocionales.
  • Reprocesar el trauma mediante técnicas como EMDR y terapias de compasión.
  • Reformular creencias distorsionadas sobre el género, el poder y la culpa.

Si te identificas con alguna de estas situaciones o conoces a alguien que pueda necesitar ayuda, estamos aquí para acompañarte en el proceso de recuperación y reconstrucción personal.