El desarrollo y mantenimiento de los trastornos alimentarios o TCA no puede comprenderse solo desde la conducta alimentaria. También intervienen las relaciones que la persona establece consigo misma y con los demás, ya que de ellos dependen aspectos como la autoestima, la seguridad emocional o la capacidad de manejar cada uno lo que siente.

En este sentido, hablar de apego y trastornos alimentarios es clave para entender por qué muchas personas recurren a la comida o, a su ausencia, como una estrategia para manejar emociones difíciles.

Si ya has investigado un poco qué es un TCA, sabrás que no es únicamente una cuestión de peso, comida o imagen corporal. Por eso, cada vez más investigaciones y enfoques terapéuticos lo consideran también un trastorno de la regulación emocional, donde el vínculo temprano y las experiencias afectivas tienen un papel decisivo.

 

Teoría del apego: cómo se forma el vínculo y por qué influye en los TCA

 

La teoría del apego explica cómo las primeras relaciones con los cuidadores principales (habitualmente padres y madres) modelan la manera en que una persona aprende a confiar, expresar sus emociones y buscar apoyo.

El vínculo temprano no determina de forma rígida el futuro, pero sí establece esquemas internos sobre qué esperar de uno mismo y de los demás. Así, los apegos en la infancia sí que marcan cómo se consolidan estas expectativas relacionales durante los primeros años de vida.

Cuando las necesidades emocionales del niño son atendidas con sensibilidad y coherencia, este aprende que sus sentimientos son legítimos, que puede pedir ayuda y calmarse gracias a la presencia reguladora de los padres o madres. Esa experiencia repetida le permite, con el tiempo, desarrollar la capacidad de autorregularse y afrontar situaciones de estrés sin quedar desbordado.

Por el contrario, cuando las emociones son ignoradas, ridiculizadas o desbordadas por los adultos, el menor puede llegar a creer que sentir “está mal”, que molesta, o que solo será aceptado si reprime lo que necesita. En la edad adulta, esto puede traducirse en autoexigencia, miedo al rechazo, dificultades para identificar emociones o en el uso de estrategias para anestesiar el malestar. En ese contexto, controlar la comida, el peso o el ejercicio puede convertirse en un modo de recuperar orden, aliviar la tensión o buscar aprobación externa.

 

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Tipos de apego y su relación con los trastornos de la alimentación

 

Los estilos de apego que se forman en la infancia con los padres y madres, fundamentalmente, no son etiquetas fijas, pero sí orientan la manera en que una persona aprende a relacionarse consigo misma y con los demás.

Así, es habitual encontrar que cada estilo de apego se asocia con patrones específicos de conducta alimentaria. Vamos a verlo con algunos ejemplos claros.

 

Apego ansioso

Las personas con ansiedad suelen vivir con un miedo constante al rechazo y con la sensación de no ser suficientes. Para obtener aprobación buscan con intensidad la validación externa y, en muchos casos, la imagen corporal se convierte en el canal para conseguir esa aceptación.

Este apego ansioso puede traducirse en dietas estrictas, conductas de control alimentario y búsqueda de una perfección física que prometa garantizar el afecto de los demás.

Por ejemplo, pacientes que sienten que solo reciben atención positiva cuando pierden peso y cuya autoestima fluctúa según creen ser valorados por su entorno.

 

Apego evitativo

El apego evitativo se caracteriza por la apariencia de autosuficiencia y distancia emocional. Aunque hacia fuera se muestren frías o independientes, estas personas suelen experimentar internamente un gran vacío. Para no depender de otros, tienden a evitar la expresión emocional, refugiándose en el control.

Cuando una persona con trastorno alimentario muestra este tipo de apego, la comida (o su restricción) se usa como vía de desconexión. Mantener un control estricto sobre la ingesta puede ofrecerles una ilusión de dominio frente a un mundo relacional vivido como impredecible o amenazante.

Por ejemplo, pacientes que restringen de manera severa su alimentación y niegan cualquier malestar, pero describen sentirse «vacíos» o «desconectados».

 

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Apego desorganizado

El apego desorganizado es el más frecuente en los TCA graves o crónicos y suele estar asociado a historias de trauma o vínculos caóticos en la infancia. En este patrón, la misma figura de apego puede ser al mismo tiempo fuente de consuelo y de peligro, lo que genera una profunda ambivalencia.

Así aparecen oscilaciones emocionales intensas, conductas impulsivas como atracones o purgas y, a menudo, una identidad corporal fragmentada. Y es que, el cuerpo se convierte en un escenario de lucha interna donde conviven culpa, rabia y autodesprecio.

Por ejemplo, pacientes que tras discusiones intensas experimentan episodios de atracón seguidos de vómito autoinfligido, con la vivencia de que su cuerpo es “culpable” de lo que sienten.

 

Trastornos alimentarios y regulación emocional

 

Como psicólogos expertos en trastornos alimentarios sabemos que un TCA no se entiende únicamente desde lo que una persona come o deja de comer. Estas conductas de alimentación alteradas aparecen como un intento de gestionar emociones intensas o difíciles de manejar.

La regulación emocional consiste en poder reconocer, comprender y modular las propias emociones de manera adaptativa. No implica dejar de sentir, sino convivir con lo que se siente sin quedar desbordado. Esta habilidad empieza a desarrollarse en la infancia a través del apego con las figuras principales: cuando un niño es consolado, comprendido y contenido, aprende poco a poco a autorregularse.

Pero cuando este proceso falla y la co-regulación temprana no es suficiente, en la adultez es frecuente recurrir a estrategias desadaptativas para controlar el malestar. En el caso de los TCA, estas estrategias se expresan en el cuerpo y en la conducta alimentaria:

  • Restringir para sentir control
  • Atracarse para aliviar la tensión
  • Vomitar para reducir la culpa
  • Hacer ejercicio compulsivo para descargar emociones acumuladas

Además, muchas personas con TCA presentan dificultades para identificar lo que sienten (fenómeno conocido como alexitimia). Esto puede llevar a confundir sensaciones físicas como hambre, saciedad o malestar corporal con estados emocionales no reconocidos, lo que mantiene el círculo de desregulación.

 

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Tratamiento psicológico: del síntoma al vínculo seguro

Para muchas personas, la conducta alimentaria alterada ha sido la única forma de calmar o dar sentido a emociones que desbordan. Por eso, superar un TCA no significa solo “comer bien” o “ganar peso”, sino reaprender a relacionarse con uno mismo y con los demás desde un lugar seguro.

En CORE Psicólogos ofrecemos un espacio especializado en apego y trastornos alimentarios, donde cada proceso se acompaña con respeto, evidencia científica y una mirada relacional.

 

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